- La fundación de la Orden del Temple


Los caballeros de la Orden del Temple se caracterizaron por hacer votos de obediencia, pobreza y castidad con el fin de conquistar, defender y conservar Tierra Santa

El 15 de julio de 1099, la toma de Jersusalén puso fin a la Primera Cruzada (1096-1099) a petición del papa Urbano II. Tierra Santa fue reconquista, pero los caminos para llegar a ella eran inseguros. Ataques, robos y asesinatos acechaban a los peregrinos que se arriesgaban a viajar.

La Orden del Temple fue fundada el 25 de Diciembre de 1119, al haber prestado juramento de obediencia Hugues de Payns y Geoffroi de Saint-Omer, ambos muy piadosos, al patriarca de Jerusalén, el mismo día en que Balduino era coronado rey.
Poco más tarde otros nueve caballeros se unieron a la orden y adoptaron entonces el nombre de "Pobres Caballeros de Cristo", cuyo emblema era una bandera, el Beauséant, formada por un rectángulo blanco y otro negro. El rey de Jerusalén, Balduino II, puso a disposición de ellos una parte de su palacio, construido sobre las ruinas del antiguo Templo de Salomón. Entonces adoptaron el nombre de "Caballeros del Temple".

Su principal cometido será proteger a los peregrinos de los ataques, tanto de musulmanes como de malhechores y ladrones. La primera misión de los templarios será proteger la ruta que une Jaffa con Jerusalén, especialmente peligrosa debido a los ataques de los egipcios de Ascalon.

Así describe Jacques de Vitry, historiador y obispo de Acre, un siglo más tarde, los comienzos de la orden:

"Algunos caballeros, amados de Dios y dedicados a su servicio, renunciaron al mundo y se consagraron al Cristo mediante solemnes votos pronunciados ante el patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos contra los malhechores y ladrones, a proteger los caminos y a servir de caballería al Señor de los Ejércitos. Observaron la pobreza, la castidad y la obediencia, según la Regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables, Hugues de Payns y Geffroi de Saint-Omer. Al comienzo no fueron más que nueve quienes tomaron tan santa decisión, y durante nueve años sirvieron con hábitos seglares y se vistieron con lo que los fieles les daban de limosna. El rey, sus caballeros y el señor patriarca se sintieron llenos de compasión por aquellos nobles hombres que lo habían abandonado todo por Cristo, y les concedieron algunas propiedades y beneficios para subvenir a sus necesidades, y para las almas de los donantes. Y porque no tenían iglesia ni morada que les perteneciera, el rey les dio albergue en su palacio, cerca del Temple del Señor. El abad y los canónigos regulares del Templo les dieron, para las necesidades de su servicio, un terreno no lejos de palacio, y por dicha razón se les llamó más tarde Templarios."

Hasta 1126 no se oyó hablar más de los soldados del Temple, lo único que se sabe de ellos es que realizaban excavaciones bajo el templo de Jersusalén.

El momento crucial
Ese año, el poderoso conde de Champaña lo dejó todo, familia, posesiones, y poderes, para ponerse al servicio de su antiguo vasallo, Hugues de Payns. Por aquella época la cofradía buscaba un reconocimiento oficial, que sólo podía otorgarles la más alta autoridad religiosa.

En 1127, Hugues de Payns, se embarca hacia Occidente con cinco compañeros, con un triple objetivo:

Hacer que la Iglesia de Occidente confirme la regla de la orden, elaborada en Oriente
Dar a conocer la orden
Reclutar adeptos para la nueva milicia


El papa Honorio II se negó a reconocer la cofradía sin el aval de las demás órdenes monásticas. Hugues de Payns fue entonces a ver a Bernardo de Claraval (el futuro san Bernardo), quien convocó un concilio en Troyes el 14 de enero de 1128. Allí, Hugues expuso las necesidades de la orden. Luego el texto de la regla fue estudiado y discutido artículo por artículo. La regla resultante de ello incluía setenta y dos artículos. Todo, o casi todo, estaba previsto en ella: los deberes religiosos de los caballeros, los reglamentos que fijaban los actos diarios, las obligaciones para con los demás hermanos, las relaciones jerárquicas, etc.

Haremos uso, una vez más, de los escritos de Jacques de Vitry para conocer los resultados de este viaje:

" En el año de gracia de 1128, tras haber morado nueve años en el palacio, viviendo todos juntos en santa pobreza según su profesión, recibieron una regla gracias a los desvelos del papa Honorio y de Esteban, patriarca de Jerusalén, y les fue asignado un hábito blanco. Lo cual se hizo en el Concilio celebrado en Troyes, bajo la presidencia del señor obispo de Albano (...) Más tarde, en tiempos del papa Eugenio (1145-1153), pusieron la cruz roja sobre sus hábitos, llevando el blanco como emblema de inocencia y el rojo por el martirio (...) Su número creció tan rápidamente que pronto hubo mas de trescientos caballeros en sus asambleas, todos ataviados con mantos blancos, sin mencionar sus innumerables servidores. Adquirieron asimismo bienes inmensos de uno y de otro lado del mar. Poseen... ciudades y palacios de cuyas rentas destinan cada año una determinada suma para la defensa de Tierra Santa en manos de su soberano señor, cuya principal residencia está en Jerusalén."

En 1128, los Caballeros del Temple eran nueve; dos años más tarde llegaban a ser varios miles.

En 1130 se creó oficialmente la Orden del Temple, orden militar y religiosa que atrajo a un gran número de caballeros dispuestos a abandonar los fastos y glorias de su vida anterior para formar parte de la "Pura Caballería de Dios".

A partir de 1163, tras la aparición de la bula Omne Datum Optimun, se verán reforzados, aún más, los poderes de la orden y de su maestre. Autorizaba a los templarios, entre otras cosas, a conservar íntegramente para ellos el botín cogido a los sarracenos, ponía a la orden bajo la única tutela del papa, permitiéndole escapar a cualquier otra forma de poder de la Iglesia. La bula confirmaba, además que las posesiones de la orden estaban exentas del diezmo. Permitía al temple tener sus propios capellanes, construir capillas y oratorios privados.

Así, la orden del temple se veía disfrutando de una completa autonomía y un gran poder, que a la postre encumbraría a la orden a lo más alto.

- La regla
Cuatro eran los principios básicos: obedecer, ser casto y mantenerse pobre y consagrarse en cuerpo y alma a la conquista de Tierra Santa, su salvaguardia y su defensa. Todo ello implicaba sacrificio y heroísmo. Un Templario no podía golpear al adversario hasta haber rechazado tres ataques de éste.

- Vida cotidiana y penitencia
La jornada del templario se iniciaba con los maitines a las 4.00 h de la mañana en invierno y a las 2.00 h en verano. Después de rezar u oír rezar veintiséis padrenuestros, debía personarse en los establos para dar órdenes a los escuderos; sólo entonces podía volver a acostarse hasta las siguientes campanadas. Las comidas se realizaban en comunidad, en silencio y servidas en escudillas, pero los alimentos eran buenos y variados. Un hermano leía en voz alta las Sagradas Escrituras. Al caer la noche, rezaban las vísperas y se acostaban. La regla de la Orden debía respetarse y cada uno estaba bajo la vigilancia constante del resto de hermanos. Cada semana se reunían y el que era culpable debía confesar las faltas cometidas.
A continuación se le juzgaba y se le imponía una penitencia. Nueve faltas graves eran sancionadas con la expulsión de la Orden. Pero el hermano expulsado no por ello quedaba libre, sino que se le enviaba a una orden más rigurosa, donde tenía que pasar el resto de su vida. La pérdida del hábito se castigaba degradando al templario al rango de sirviente, castigo que no podía exceder de un año.

 

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